La situación generada por el COVID-19 está obligando a las compañías a centrarse, más que nunca, en la ciberseguridad, la protección ante amenazas y la aplicación masiva del teletrabajo, con el consiguiente impacto de estos tres ámbitos en las esferas operativas y financieras.

La mayor probabilidad que tiene las organizaciones en estos momentos en ser víctimas de ciberataques, con el consiguiente impacto negativo en la seguridad de su información. Esto hace necesario que las empresas deban reaccionar adecuadamente, mitigando nuevos riesgos además de los ya existentes, en un tiempo de reducciones presupuestarias, pero en el que se hace mucho más importante que nunca garantizar la estabilidad de la empresa.

Un escenario digital sometido a mayor presión

Con una gran masa de población de nuestro país trabajando remotamente desde casa, la infraestructura de banda ancha puede dar lugar a fallos locales, lo que significa un posible reducción del acceso a las redes.

Del mismo modo, las organizaciones pueden encontrar que sus soluciones de acceso remoto se vean sometidas a una gran presión. Ante ello, ¿cómo mantener el negocio en marcha? Las compañías necesitan garantías para poder continuar operando en una crisis por largo periodo de tiempo.

Con interacciones cara a cara menos tradicionales, los clientes cambian la forma en que se relacionan con las organizaciones. ¿Están funcionando sus comunicaciones con los clientes y pueden la infraestructura de sus sitios web sostener una mayor carga? ¿Cómo se mantiene a los clientes informados, se responde a sus preguntas y se procesan sus órdenes? 

La respuesta: tecnologías de vanguardia

En este nuevo escenario, dotarse de tecnologías innovadoras que puedan ser aplicadas por equipos con experiencia contrastada puede ayudar a evolucionar la gestión de su compañía y los organismos públicos en su día a día.

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